22.9.13

Domingos

Los domingos es cuando la cornudez me avanza, no me deja hueco en la mente, ni un recodo que me permita un crucigrama, un capitulo de los Simpson o una peli de Virginia Lago. Pasa de a poco la cabeza, los brazos, las piernas y se estira, se estira hasta formar una estrella, un círculo imaginario trazado por Leonardo Da Vinci, y lo completa todo, mi cerebro no da pie a nuevos ingresos ni egresos. Y una vez adentro es todo eso. Es intimidad, no sexualidad, es intimidad, intimidad de la que yo creo no tener más en casa, la de los mates, las de las charlas, la de la información intercambiada sin nada a cambio. La del pasado común, la del presente desconocido, la información retaceada del presente desconocido. La largada en cuotas, la dosificada necesariamente, a conciencia. Y una vez que eso rebalza por la tapas de los sesos el domingo se pierde, no hay mas nada después de eso. El sol se fue y yo no me di cuenta. La cena esta inconclusa, sin proyectos y tampoco me di cuenta. Y las llaves suenan, y la puerta se abre, y en la mirada veo todo eso. Hay domingos en que de a poco se va a achicando esa figura humana y se escapa, por una oreja, por un ojo mal cerrado o en medio de alguna muela incipiente. Otras puede irse a dormir, recostarse conmigo e incluso darse el lujo de acomodarme la almohada a su gusto, de contracturarme, de despertar un dolor de cabeza o de panza, de gritar agudamente en medio de la noche. Todavía no se como manejarla, como sacarla, como lograr prenderla a un cotonete y quitarla al segundo de su entrada. Hay días que el miedo es tan grande que creo que se va a estirar tan fuerte que va a traspasar los limites de la cabeza, de los hombros, de los brazos, de extenderse lentamente hasta llegar al punto en que sus pies ocupen la exacta posición de los míos, que sus manos tengan la justa medida para ocultar las mías, que ella mire por mis ojos, que el pelo se mezcle, y que de mi solo quede una sombra por detrás y que el escenario ya no me pertenezca. Pero el miedo mas atroz, es que todos los pasos de la gran gimnasta sen imperceptibles, tan lentos que solo dejen ver el cambio con la obra terminada.

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