26.9.09

¡Todo era amor!

¡Todo era amor... amor!
No había nada más que amor.
En todas partes se encontraba amor.
No se podía hablar más que de amor.
Amor pasado por agua, a la vainilla,
amor al portador, amor a plazos.
Amor analizable, analizado.
Amor ultramarino.
Amor ecuestre.
Amor de cartón piedra, amor con leche...
lleno de prevenciones, de preventivos;
lleno de cortocircuitos, de cortapisas.
Amor con una gran M,
con una M mayúscula,
chorreado de merengue,
cubierto de flores blancas...
Amor espermatozoico, esperantista.
Amor desinfectado, amor untuoso...
Amor con sus accesorios, con sus repuestos;
con sus faltas de puntualidad, de ortografía;
con sus interrupciones cardíacas y telefónicas.
Amor que incendia el corazón de los orangutanes,
de los bomberos.
Amor que exalta el canto de las ranas bajo las ramas,
que arranca los botones de los botines,
que se alimenta de encelo y de ensalada.
Amor impostergable y amor impuesto.
Amor incandescente y amor incauto.
Amor indeformable. Amor desnudo.
Amor-amor que es, simplemente, amor.
Amor y amor... ¡y nada más que amor!


Oliverio Girondo

5.9.09

Linea del pensamiento

El bosque era inmenso, exorbitante, inabarcable, extremo, casi imperial.
Deambulaba buscando vaya uno a saber qué. Alzando la vista logro ver como planeaba extendiendo sus extremidades. Pensaba, debo haberme perdido el salto maestro. El instante en que imaginaba como habría tomado carrera le hizo perder el aterrizaje. Cuando volvió en si, el mapache ya jugaba a los pies de un árbol. Siguió caminando y creyó ver como dos mariposas se posaban sobre una flor naranja que expelía rayos violetas hacia afuera. Creyó estar en medio de un cuento de hadas, la inmensidad lo apabullaba. La luz de semejante paisaje comenzó a apagarse, algo ajeno a él obturaba la luz del sol a mayor velocidad. Las penumbras se hicieron lugar. Ya no había ni mapaches voladores, ni mariposas pululando, ni la psicodelia de las flores. El bosque se cerraba progresivamente a medida que los pasos se acortaban. en menos de lo que el pueda recordar se encontraba desfilando de costado entre medio de una gran confusión de ramas, hojas, lianas y raíces. Al tanteo, y sin casi nada de luz seguía con el paso dudoso hacia delante.
Nunca se detuvo. Nunca pensó en volver atrás. Abrió paso y allí estaba él. Se perdía cómo el mapache aterrizaba.