22.11.10

—Hay una cosa que no entiendo —dijo Izumi—. Dices que te gusto. Que te importo. Eso ya lo sé. Lo que a veces no sé es lo que estás pensando de verdad.
Al pronunciar estas palabras, Izumi se sacó un pañuelo del bolsillo del abrigo y se enjugó las lágrimas. Hasta aquel momento, ni me había dado cuenta de que estuviera llorando. Como no sabía qué decir, esperé a que prosiguiera.
—A ti te gusta ir dándole vueltas a las cosas tú solo. Seguro. Y no soportas que los demás sepan lo que tienes en la cabeza. Tal vez sea porque eres hijo único. Estás acostumbrado a pensar las cosas por tu cuenta y a decidir por ti mismo. Con que yo me entienda, ya basta, ¿no? —dijo Izumi sacudiendo la cabeza—. Y eso a mí me produce una terrible inseguridad. Me siento abandonada.
«Hijo único.» Hacía tiempo que no oía esas palabras. Recordé cuánto me habían herido en primaria. Pero ahora Izumi les había dado un sentido un poco distinto. No se refería a mí como a un niño mimado y consentido, sino como a un ego propenso a aislarse, al que le costara salir de su propio mundo. No me estaba recriminando nada. Únicamente se sentía sola.
—No creas. He estado muy contenta de que hayamos podido abrazarnos así. Incluso he pensado que quizá, de ahora en adelante, todo vaya bien —dijo al separarnos—. Pero no será fácil.
Mientras iba de la estación a casa, estuve reflexionando sobre sus palabras. Entendía más o menos lo que me había querido decir. No estaba acostumbrado a abrirle el corazón a nadie. Ella me había abierto el suyo; yo no había sido capaz de hacerlo. Izumi me gustaba, pero, como algo más profundo, no la aceptaba.

Al sur de la frontera, al oeste del sol. Haruki Murakami

9.11.10

Mínima Presunta

Alrededor todo finamente clasificado por cliente y sus respectivos últimos pasos en el quehacer comercial. La ventana da a una pileta a pesar del maloliente río cercano. Si no es el teléfono alguna canción moderna funciona como banda sonora. En el fondo la inversa: los que se aman de chicos se pelean de grandes. En el medio, el transito. Acá, un batallón de Susanitas te clavan el puñal a diario mientras vos les respondes con tu Mafalda menos creíble.

2.11.10

Ensemble, s'il vous plaît

Estos días me hacen pensar en mañana ofrecerte el resto de mi vida.